lunes, 22 de octubre de 2012

La galaxia tiesa.

Hace mucho tiempo, en una galaxia muy lejana, cuando teníamos pasta, nuestros dirigentes políticos decidieron que hacer un metro era algo imprescindible para ciudades como Málaga, Jaén, Granada...

Hace mucho tiempo, cuando teníamos tanta pasta, y tras decidir que mejor "enterrao" nos hicimos expertos en hacer boquetes, discutiendo acaloradamente sobre si utilizar muros pantalla o tuneladoras, sobre si sobrevivirían los árboles al hacer la obra o sobre dónde poner los intercambiadores.

Hace menos tiempo, en nuestra galaxia, se jodió el chiringuito. El dinero ya no estaba y el metro empezó a transformarse en un marrón de gran tamaño. Una patata caliente, cara y soterrada que se pasaban de una administración a otra.

Hace nada de tiempo, en la galaxia tiesa, después de gastar cientos de millones de euros, volvíamos a la casilla de salida. ¿El metro por arriba o por abajo? ¿Hasta la Malagueta o hasta el Palo? ¿Azul o amarillo?

En la galaxia tiesa, la percepción del metro ha cambiado para muchos. En la galaxia donde un litro de gasolina cuesta lo que cuatro kilos de patatas, la discusión sobre si se construye por arriba, por abajo o levitando a muchos nos importa poco.

En la galaxia tiesa, muchos se empiezan a preguntar qué narices hacemos gastando cientos de millones de euros en la faraónica obra cuando, por ejemplo, frente al río, unos héroes, disfrazados de gente corriente, se dedican a diario a buscar alimentos gratis para dar de comer a una población cada vez más desesperada. Y si no me creen, pásense por allí y pregunten qué tipo de personas se acerca a buscar comida.

Eso sí, en la galaxia tiesa todavía hay gente que vive, o quiere vivir, en una galaxia muy lejana. Lo malo es que son los que controlan el Imperio.

Encima, en la galaxia tiesa, los Jedis deben haber sufrido un ERE salvaje, porque por más que los buscas, no encuentras a ninguno disponible.

Es lo que tiene vivir en la galaxia tiesa.

viernes, 19 de octubre de 2012

Tarifas

Te levantas una mañana pensando que, dentro de lo que cabe, eres una persona normal. Como tienes tiempo libre, decides mirar tu tarifa de teléfono y si puedes ahorrar algo en la factura y ahí, comienza el infierno.

Todo empieza por no recordar tu clave de acceso a la web de tu operador, mandas un mensaje de que no te acuerdas y recibes una clave nueva. Pongamos 3345fluyuyu.

Tras teclear 3345fluyuyu, entras en la web que te pregunta qué quieres hacer. Obviamente lo primero que quiero hacer es cambiar esa clave. Ok, te dicen, necesitas poner cuatro números y seis letras. Les falta decir que pongas también algún emoticono para salvaguardar esa información que sería oro en Wikileaks. Decides quedarte con 3345fluyuyu, total, te vas a olvidar igual. Con este tema solucionado, miras qué contrato tienes.

Parece castellano, se lee como castellano, pero si lo pusieran en chino sería igual. "Su contrato es un navega y habla 36 con llamadas a mitad de precio en los días impares de los meses pares, siempre que no coincidan con festivos o laborables" No dice eso, pero como si lo dijera.

Tiras por la calle de en medio, vas directamente a los números. ¿Hay alguna oferta que mejore lo que tengo? Calculadora en mano vas mirando. "Esta de navega y vocifera 24 parece mejor, aunque la de llora y navega 16, si tuviera cuidado con las veces que lloras es muy buena, ¿Cómo que el IVA aparte?..."

...Horas después, tras haber seguido las recomendaciones de distintos amigos, tienes siete ofertas de distintas compañías. Llegados a este punto, lamentas no haber prestado más atención en clase de matemáticas, te sientes un ser inferior por no saber discernir si la oferta "ballena gruesa" es mejor que la "Escupe tu rabia 27 con tarifa plana de internet". Has perdido toda la mañana sin tener coraje para elegir una nueva tarifa que puede costar la mitad de lo que pagas, o el triple.

Frustrado, te pones a tontear en el blog y pones un nuevo post. ¿Cómo empezarlo...? bueno, comencemos por el principio.

Te levantas una mañana pensando que...

viernes, 12 de octubre de 2012

Nobel

Nos han dado un Nobel. Concretamente el de la paz, pero da igual, el caso es que ahora todos podemos poner en nuestro currículum que somos Nobel de la paz. Cristiano Ronaldo no tendrá el balón de oro, pero es Nobel de la paz, cosa que Messi no es.

Nos han dado un Nobel de la paz. Estamos al nivel de Obama, el hombre más poderoso del mundo. Cuando ha saltado la noticia, miles de europeos, como si fueran Michel en aquel mundial, han salido a la calle corriendo y gritando "me lo merezco". Luego ya se han ido a comer que hoy es fiesta.

Tenemos un Nobel de la paz. Si lo hubiera anunciado Penélope Cruz hubiera gritado "Europaaa" y casi se le hubiera salido un pecho. Hubiera sido glorioso, por la emoción del momento, no por el pecho, ahí no me pronuncio.

Los catalanes también son Nobel de la paz, incluidos los independentistas, que son Nobel de la paz pero por parte de madre, supongo. Los que hoy han pegado a un señor y aterrorizado a una niña de unos seis años también son Nobel de la paz. Entiéndanlo, somos muchos y tiene que haber alguno que no se lo merezca. Pepe, el del Madrid, tampoco se lo merece y, no obstante, es Nobel de la paz.

Merkel también es Nobel de la paz. Si va a recogerlo es probable que lleve ese vestido verde que lució en Grecia, el país que muere de hambre por la teoría de los ajustes presupuestarios que esta señora defiende a capa y espada. Pero es que es Nobel de la paz, de comer nadie ha dicho nada.

Qué cosas, un jueves no eres nadie y el viernes va y eres Nobel de la paz.

martes, 2 de octubre de 2012

La teoría de los 100 dólares

El otro día un amiguete entendido en números me contaba la teoría de los cien dólares para explicarme cómo funciona la economía. La cosa es así:

Un viajante llega a un hotel. Tras dejar cien dólares en recepción, sube para ver si le interesa la habitación. Mientras sube, el de recepción, con esos cien dólares y dando por sentado que se va a quedar, decide pagar la deuda del hotel con el de la lavandería. Este, con el dinero fresco, llama a la carnicería para pagar su cuenta pendiente. El carnicero aprovecha la ocasión para acercarse al hotel y saldar su deuda de cien dólares que perdió apostando con el recepcionista del mismo. El viajante baja en ese momento, no le gusta la habitación, coge sus cien dólares y se marcha. Todas las deudas han sido saldadas.

Personalmente, la economía actual la veo así.

Un viajante llega a un hotel. Tras dejar cien dólares en recepción, sube para ver si le interesa la habitación. Dando por hecho el trato, el recepcionista llama a la lavandería, no sólo le promete saldar la deuda de cien dólares si no que, esperando que el huésped se quede varios días, le hace un pedido de trescientos. En la lavandería, encantados por cómo va el negocio, deciden darse un homenaje y encargan quinientos dólares de la mejor carne, pensando que el hotel va a ser un filón.
El carnicero, que ha recibido un soplo, se apuesta los quinientos dólares y los pierde.
Simultaneamente, el recepcionista, preocupado porque el viajante no baja, sube a la habitación para descubrir que se ha ido por la ventana con la tele de la habitación. Horrorizado, baja a ver el billete de cien dólares, que resulta ser falso.
Mientras el recepcionista está hablando por teléfono con la policía, por la puerta entra el de la lavandería, con una sonrisa de oreja a oreja y una factura de cuatrocientos dólares.

La mañana, que empezó con una deuda de cien dólares, termina con todos debiendo cuatro veces más.

Menos el viajante, claro.